Un abrazo. Que permita disgregar lo malo de lo terrible.

Un abrazo que me recuerde lo humano de sentirse acompañado.

El contacto de ese otro que nos devuelva a sentir que somos algo para alguien, que valemos, que no todo lo que hicimos ha estado mal.

Se vienen tiempos durísimos, de esos que no atravasé por años y que habían sanado de cierta forma. Tiempos de desarraigo profundo, de desconexión con el mundo, de sentirme extraviado conmigo mismo, de haberme traicionado.

Esos tiempos en los que el mundo se me hacía cuesta arriba, y mi instinto me devolvía a un costado del camino para verlo seguir y arrastrar todo a a su paso.

Pero esta vez es diferente, porque toda esa tristeza y desolación está lejos de ser acompañada por el amor incondicional de los afectos que me hicieron crecer y sentir. Hoy estoy sólo. Y cuánto necesito un abrazo.