Como una suave brisa que recorre mi cara, así siento que se me escapan entre los dedos mis ganas. Y no es por ser poca cosa, o por inundar las calles de nostalgia, o por alargar la pena de los días que ya no están.

No.
Tan siquiera es la melancolía de este dolor, que duele por demás y supura hasta anestesiar esta corazonada. Que transita la falsa ironía de esa palabra de aliento que cayó en desgracia por su desandar. Que ya no tiene fuerzas para despertar.

A lo lejos se tiñen de fugaces todas las miradas, que a veces recaen sobre mi y otras tantas en tu ausencia. Pero ninguna de ellas habita nuestros días. Porque habitarlos sería despertar aquellos besos malgastados, las risas que se escondían de vergüenza, la permeable caricia de mi mano sobre tu pelo.

Todos recuerdos de sentimientos enrevesados que hoy yacen en un párrafo perdido que destilan estos dedos. Que tanto echan de menos los tuyos.

Mientras tanto, todo se acalla. El canto de esas aves, y mis ganas de escucharlas.

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