Me pregunto qué será de todos aquellos. Con los que intercambiamos sentimientos, con los que al levantarnos y con el café de la mañana desayunábamos sorpresas del día anterior, promesas incumplidas, sueños escritos y todos los deseos de sentir la vida. Por dónde andarán. Los que no teníamos la constante instantáneidad de los mensajes de whatsapp, del chat de facebook, del muro en constante evolución. Los que teníamos que sentarnos 5, 10 minutos y adentrarnos en el mundo de la persona que había dejado huellas de su alma en un escrito.

Esta parte intrínseca de nosotros que pocas veces dejamos salir y sin saber por qué, en un blog encontrábamos la tranquilidad para hacero. Quizás por el no saber quién estaba detrás de esas palabras, quizás porque lo que hablaban eran las letras y no las imágenes ni los videos. Quizás porque con la canción elegida formábamos parte del mundo de esa persona desconocida, a miles de kilómetros o a 2 cuadras de nosotros.

Me pregunto en qué quedaron todos esos recuerdos, si alguna vez pudieron salirse con la suya, si desaparecieron de la virtualidad por reencontrarse en el día a día, en la luz del Sol, en la mano amiga. O si simplemente bajaron los brazos y se rindieron, dejando en el aire las promesas que se hicieron y esas ganas de arrebatarle al cielo gris su austeridad. Por acá algunos seguimos, con lapsos de ausencia y otras de irrefrenable ansiedad por exorcizar fantasmas. Algunos seguimos encontrando en estos espacios la simpleza y la calma que el resto de internet no concibe. Acá seguimos encontrando ese reflejo de verdad.

Mientras tanto suspiro. Cierro los ojos y dormito recordando esa habitación, con la ventana enorme abierta de par en par, con los árboles meneándose con el viento y ese cielo abierto buscando libertad. Añoro ese paisaje donde el mundo parecía un mejor lugar. Donde el mate que te acercaban era como posar los pies sobre la tierra fresca después de un día de lluvia. Donde el ocaso y el amanecer se alineaban para de todas las formas posibles encontrar felicidad. Y me mantengo ahí, en ese recuerdo. Lejos de esta ciudad llena de asfalto que me devuelve imágenes veloces de gente que no sabe hacia dónde va.

Y se siente bien. El poder abstraerse. El todavía encontrar ese hueco de humanidad que la ciudad nos regatea. Se siente bien porque nos sentimos vivos, porque el dulce silencio de la tarde nos devuelve esa serenidad que perdemos diariamente. Y ustedes por ahí estarán, quizás sin recordar en este espacio de luz donde alguna vez todos supimos brillar. Sólo espero que estén bien, felices, no pensando jamás en regresar a ese lugar lúgubre que alguna vez el mundo nos quiso llevar.

De cualquier forma, acá, en este espacio sereno y desolado, hay lugar para imaginar, recordar y contar todos esos momentos que supimos atesorar.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Miles de gracias por hacerme sentir muchisimas cosas. No podria describirme en este momento..


Florencia ( la misma que dió ese pensar sin pensar más arriba en otra entrada )