Insisto: alguien que piense en mí. Sin tener que inventármelo o creérmelo o desearlo. Pero pareciera que es siempre una ilusión que se deshace en días, semanas e incluso horas. Y uno que se cuelga de las nubes de otras vidas, inflando el pecho de ganas solo por conseguir una mínima hueca en su universo. Pero nunca alcanza y siempre sobra.

Hasta que llega un punto en que dejás de soñar despierto y despertás, desganado por estar otra vez en el mismo lugar. Acaso la alegría dura escasos momentos, ínfimos, malogrados. Acaso esta noche se estira en tu recuerdo, y eso que no ha pasado un tiempo considerable para considerarlo recuerdo. Pero tengo que considerarte así, como últimamente me lo he demostrado una y otra vez.

En esta ocasión no hice nada malo, no cometí el atropello de subir la felicidad a un punto inexistente ni sentir que un abismo se abría entre vos y yo. Sencillamente dejé sentir a este que soy, para ver si por ahí esta vez era distinto. Pero estoy acá sentado y tengo la misma sensación de otras veces, tan parecido a lo que últimamente desprendo de mí.

Y entre el otoño, el insomnio, las ausencias y la falta de vos me encuentro tan solo como la última vez. Como siempre. Como siempre...

Me pregunto si te inquietará por un momento saberlo, me pregunto si lo sabrás alguna vez. Me pregunto como tantas otras respuestas que nunca tendré y que si se dieran no sería agradable oír. Al menos una que me diga que sí, una puta manera de creer en mí. En que puedo, en que puedo, en que yo puedo hacerlo. Pero siento que no puedo, que me falta todo para intentar serlo. Y volví a llorar. Como tantas lágrimas atrás.

Estoy tan pero tan harto de sentirme así. Tan desganado, desinflado, inanimado. Pura resignación, pura ausencia. Y si la vida es de los que la saben vivir, que sean ellos entonces los que la conquisten. Porque yo me cansé, al menos por hoy, de pelear por mí.

Alguien que piense en mí...