... y, una vez más, llego a casa con la infalible lamentación de no ser un poco más de lo que soy. Con el sabor amargo de la derrota, de no adecuar las palabras precisas para su rostro... para sus manos... para sus ojos. Quedo con el corazón en un latido que se vuelve eterno y condenante, por no atreverme a pedirte que me regales tu sonrisa en un beso. Y no es la primera vez que me pasa. Siempre que vuelvo de una fiesta se me queda atragantada esta cobardía de volverme vulnerable.

Será que tengo un miedo terrible al rechazo, porque se que en el momento en que me rechacen el corazón se me quebrará en mil pedazos y me deprimiré en un abrir y cerrar de ojos. Pero no me contento con eso, porque también se que por miedo a no recibir un rechazo algún día me perderé (si es que no lo he hecho aún) un guiño, una señal... un si. Y me maldigo en el instante en que tu cuerpo baila al compás del mío, porque ahí mismo sé que no me atreveré a decirte nada. Nunca me atrevo.

Y cargar con la derrota a cuestas de no haberlo siquiera intentado me entristece aún más. Cómo me encantaría tener esa chispa irresponsable y desvergonzada de quedar en ridículo ante alguien y poder al menos largar desde dentro de mi pecho esas frases que pienso en decirte y quedan en la nada. Sin saber que en la nada quedo yo, deshecho por otro fracaso más que se acumula en mi lista.

Ya estoy harto de ser este tipo tan deprimido y que se tiene tan poca fe. Siento que nunca voy a encontrar el hueco para hacerme feliz a mi mismo, porque yo mismo me rechazo antes que alguien lo haga. Yo mismo me aplico ese mecanismo de defensa que me termina destruyendo más. Pero lo pienso y lo sé en el momento de quedarme callado y no logra cambiar mi modo de ser... sigo bajando la mirada ante tu risa, sin animarme jamás a decirte que quiero que te quedes conmigo toda esta noche. Solo por hoy.

Cuando la derrota cae sobre mis hombros salgo del lugar a tomar aire. Y observo desde fuera y en silencio a toda la gente alborotada, flacos chamuyando minas, parejas enroscadas, risas y diversión, caraduras que inventan mil piruetas para sorprender a una chica y sacarle al menos el nombre. Y en ese instante me doy cuenta que yo no pertenezco a ese mundo, que no puedo disfrutar de un solo momento de diversión entre tanta algarabía.

Yo siempre fui timido, si. Pero antes no era así. Aún con mi timidez y mi poca habilidad para hablarle a una mujer, había momentos en donde la locura rozaba mi cerebro y no me importaba quedar al descubierto ante el mundo desconocido. Hoy no puedo reencontrarme con ese descarado que a veces asomaba. Bajo los brazos en el mismo momento en que pienso levantarlos. Y eso provoca mas rechazo hacia mi. Porque soy un cobarde, un tipo que ya no intenta más nada... un fracaso al descubierto.

¿Cómo voy a quererme después? ¿Cómo se me ocurre imaginarme que merezco algo si actúo de esta forma tan pobre conmigo mismo?. Juro que quiero desaparecer de este mundo, estoy harto de mi, harto de mi patética vida. Me doy lástima a mi mismo. Perdí el pedazo de personalidad que me identificaba y me hacía sentir orgulloso... cada día me doy la espalda a mi mismo. Y ya no quiero nada para mi vida.

Ahora viene mi cumpleaños, un día que quisiera que se arrancase del calendario. Quisiera que nadie se acordara y que nadie me saludara, ni me viera, ni me llamara, ni me escribiera. Quiero hacerme humo. Porque cada día que me veo al espejo, es un día terrible. Patético. Inservible.

Quiero desaparecer...

3 comentarios:

laus dijo...

la vida nos va cambiando ale, eso ni hace falta decirlo... crecemos y recibimos golpes mientras nos damos cuenta de que hay cosas que lastiman y podemos volvernos vulnerables a ellas, es imposible seguir con la ingenuidad de querer llevarse el mundo puesto y que no te importe nada, ni un rechazo, ni un fracaso, ni un corazón roto. Vamos viviendo, y por mas de que uno no lo quiera, nos llenamos de muchísimos mas miedos que cuando eramos chicos, nos asustamos de vivir y nos quejamos, te enojás con vos mismo por no poder dejar de ser eso que tanto odias, y mientras tanto que? los días siguen pasando y uno se hace consciente de lo que ya no le gusta sobre si mismo pero aún así no hacemos nada para enfrentarlo, porque no nos sale o porque nos da más miedo que el mismo miedo de no hacerlo.
Y quizás sobre eso se trata todo, ir dejando de lado el dolor de viejos golpes, abandonar cada tanto un miedo distinto... lo pienso y no se me ocurre otra manera de vivir, aunque paralice el hecho de pensarlo. Y mirá que sobre algunos miedos siento que puedo dar catédra por no saber superarlos...
Pero siempre se trata sobre lo mismo, la vida sigue y uno solo puede decidir entre vivirla, o dejar que ella nos viva a nosotros.

Nunca es tarde carilina...
te quiero

Lulú dijo...

Te entiendo perfectamente...
A mi me pasa algo parecido, pero no se, me parece que nos tenemos uqe oquedar con lo que realmente vale, y a partir de eso lo juntamos todo en una albondiga gigante y asi por ahi algo de nuestro interior surge...
Personalmente busco a alguien que me entienda me acompañe, pero no siempre estan alli para nosotros.
Espero de corazón que logres sacarte esos miedos que, por lo menos a mi, hay veces que llegan a carcomerme el alma.
Saludos, besos y abrazos.

maria.antonieta dijo...

Lamentablemente de eso se trata la vida. No hablo, claro, de sentir gánas de desaparecer. Me refiero en cambio, al hecho de que a medida que vamos creciendo vamos acumulando miedos que en lugar de liberarnos nos cierran cada vez más. Es así como ocurre que nos convertimos en seres tímidos incapaces siquiera de pensar en el ridículo, ni hablar de serlo. Claramente existen personas que, se cree, que pueden vivir toda su vida sin miedo alguno, sin vergüenza. Dejame decirte que, según mi punto de vista, no es así. Yo soy de esas que no tienen miedo a lo que dirán si ese chico que tanto me gusta me dice que no cuando lo invito a tomar algo, a lo que cuchichean los demás si hoy salí con un moño fucsia atado a mi cola o las risas que puede generar una caída mía en plena 9 de Julio. Aunque esto pueda hacerte pensar que soy una desvergonzada que anda por la vida sin miedo alguno, los temores que me invaden van más allá de la vergüenza, pero así y todo están. ¿A qué voy con esto? Que todos tenemos nuestros miedos y nuestros momentos de querer que la tierra nos tregue para así dejar de existir, pero hay que aprender a convivir con ellos y no permitirles que se conviertan en un asecho constante. Hay que aprender a reirse de uno mismo, a reir de los demás.. en fin a disfrutar la vida, porque es corta y está para vivirla, no para sufrirla!
Que todo mejore amigo! Un beso grande Ale, siempre es un placer pasar por acá!