El mate a medio hacer, esperando la ceremonia íntima del agua en el punto justo, iniciando la conversación trivial que deriva en cosas profundas. Reflexiones que no llevan a ningún lado, anécdotas perdidas que se van modificando con la memoria de los años, telarañas que esconden historias felices y de las otras. De las que duelen.
Todo eso sucede al mismo tiempo que el agua atraviesa la yerba y llena el mate. Hay un pacto implícito entre dos personas, que a veces pueden ser tres, cuatro o diez. Pero siempre con la misma intimidad que si uno estuviera solo. Tal vez por eso el mate siempre está, aunque sea uno el que se lo agradezca a sí mismo.
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