¿Quieres ver la cosa más bella que he filmado?.

Era uno de esos días en los que sientes que está a punto de nevar, y hay una cierta electricidad en el aire. Casi la puedes oír, ¿entiendes?. Y esa bolsa estaba simplemente bailando conmigo, como un niño rogándote que juegues con él. Durante 15 minutos.

Ese fue el día en que me di cuenta que había una vida entera detrás de las cosas, y una fuerza increíblemente benévola que quería decirme que no hay razón para tener miedo. Nunca. Ya sé que el video no captó todo eso. Pero me ayuda a recordar. Necesito recordar.

A veces hay tanta belleza en el mundo. Siento que no la aguanto. Y que mi corazón simplemente se va a rendir.


Será que las pocas nubes que se posan sobre el techo de mi casa forman figuras que otros días no soy capaz de ver. Por estar enojado, triste, nostálgico, asustado, nervioso. Por no estar tranquilo, conmigo mismo. Hoy es el día, y quizás tenga que ver con el piano que suena de fondo, pero más probablemente con mi tranquilidad. Estos son momentos donde veo la inmensidad de las cosas que me rodean; pequeñas, frágiles, pero que están siempre ahí fuera y nunca me detengo a observar.

Podrían ser las nubes, el árbol que se ve que hay a dos cuadras de casa desde mi habitación, los pájaros que suelen posarse sobre el cable de la luz y viven cantando; y aunque los maldigo cuando lo hacen a eso de las 6 de la mañana, en cierta forma no quisiera que un día no estén. En este momento el sol acaba de iluminar exactamente parte de la casa, escurriéndose entre unas cuantas nubes, emitiendo uno de sus haces de luz solo para acá. Parecería una señal de que sabe que estoy hablando de la naturaleza, pero es tan solo un rayo de sol.

Y justamente estas cosas, que no son más que el mundo que me rodea, son preciosas. Están siempre para mi, pero las veo cada tanto. Creo que no vivir en Capital me permite disfrutar de estas maravillas, poder ver estrellas cuando anochece, dejar que una tarde si apago todo lo eléctrico en casa se inunde de silencio. Sin el tráfico de por medio, sin las bocinas, solo con el sonido de las cosas que abundan ahí fuera.

Hasta me parece que estar acá describiendo esto que veo es como perder el tiempo, en lugar de salir a sentir todo aquello me siento a escribir, viendo solo a través de mi ventana. Pero no me culpo, porque esta bendita manía de sentarme acá me permite expresar tantas cosas que a veces no sé de qué forma escribir. Pero que me hace sentir que las llevo dentro, que todo el mundo que me rodea es fantástico, lleno de oportunidades, o al menos lleno de belleza. Y la belleza en sí es una oportunidad.

Lo bueno de que todo este verano estuviese anocheciendo tan tarde fue esto precisamente, poder apreciar esa naturaleza que entrado el atardecer es reconfortante ver, oler, palpar. Mentiría si dijera que con esto alcanza. No, nunca alcanza, pero reconforta. Ahora reconforta, y no siempre me hace bien ponerme a vislumbrar este paisaje. Hoy es un día especial, y solo por eso. Y gracias a eso.