Todavía me sonrojo, todavía respiro. Todavía me aprendo las canciones de tu cantante favorito. Todavía me queda tu perfume en la camisa. Todavía me tiemblan las piernas cuando me mirás, cuando notas que existo.

Sigo recordando el día que naciste, la hora, el lugar. Y todos los jueves te sigo esperando en las puertas de tu facultad. Para que me lleves a pasear por los aires, para que me acuerde por qué digo tu nombre al despertar.

Y puede que esto dure para siempre o que el próximo jueves ya no esté, pero que alguien se atreva a decirme que con los años uno deja de enamorarse. Que vengan algunas de las personas que se ríeron cuando me vieron salir de casa con el ramo de rosas más inmenso, ése que empecé a coleccionar por cada jueves que me volvías a enamorar.

No les creo. Acepten de una vez que tienen miedo al ridículo, que no se atreven a gritarle al mundo lo feliz que están. Ridículos ustedes, que niegan una de las cosas más hermosas que les puede pasar, eso que los llena y los hace sentirse bien consigo mismo. Porque alguien dijo alguna vez que uno no se fija en la otra persona por lo que es esa persona, sino por lo que somos nosotros cuando estamos con ella.

Allá ustedes. Yo, por si acaso, me voy a sumarle otra rosa al ramo... que hoy es otro día donde me vuelvo a sonrojar. Donde me vuelvo a enamorar.