Estoy triste. Muy triste. Aunque no es tristeza la palabra, sino dolor. Y mucho enojo. Que no es más que todo ese dolor canalizándolo en rabias y desenfados. Y dónde más podía terminar escupiendo estas palabras que en el blog, este espacio de catarsis que no se va nunca, que siempre está ahí para sentir que acá puedo exorcizar mis demonios y seguir adelante.

Sin embargo, esta vez siento que no puedo. Que me persigue la sensación de derrota. Que este dolor que siento no se me va, y que algo finalmente se quiebra por dentro. Y me da mucho miedo. Es conocerme y saber que a partir de ahí no suelo volver, no tengo retorno. Sentir que ya no quiero seguir siendo lastimado y que se cierra el cuore de tanto abrirse. Hay lágrimas sobre el teclado, mi buzo y mi alma. Y te siento tan lejos.

Es una sensación que siempre ronda, sentir que cada vez que me acerco más algo pasa que me aleja del todo. Que tus impulsos y tus maneras no me contemplan, que el contexto no importa, que la forma y el modo son sólo palabras. Y para mí lo son todo. Y esta impotencia de sentir que no hay nada que pueda hacer, me llena de temor. Porque cuando finalmente un impulso viene a mí, sé que es muy difícil volver atrás. Por eso cuido tanto las maneras de hacer las cosas, porque un error en el modo puede deshacer lo construído con tanto esfuerzo.

Y cuando uno lastima a alguien no siempre se puede volver atrás y disculparse. No siempre alcanza. Hay un límite cuando uno aguanta y aguanta, y así como hay personas que pueden decir y desdecirse, otras no pueden hacer que les duela y deje de dolerles. Porque no todas las heridas cicatrizan.

Ya no importa en realidad, da igual lo que escriba, lo que pueda decir, lo que pueda imaginar. Hay una realidad y es sólo esa, miramos la vida de manera distinta, actuamos diametralmente opuestos, y lo que para vos hay que hacerlo ni bien se siente, para mí tiene mil matices que se desprenden de lo que pasa alrededor nuestro. De las personas que nos dan su cariño, de las situaciones al límite que sobrevivimos, de los sacrificios que de uno y otro lado siempre se pueden realizar. Y si todo eso no alcanza para cambiar nuestro comportamiento, entonces hay que saber escuchar lo que nuestras acciones nos señalan. A veces no queremos porque nos duele, pero el cuerpo y los impulsos nos marcan cosas. Y de vez en cuando hay que aceptarlas.

Yo no sé qué va a pasar. No sé hacia dónde se dirige esto. Sólo puedo describir lo que siento, y lo que siento es dolor. De ese que sabe amargo y que está frío por algo que ya no está ahí. Y mientras suspiro y exhalo melancolía, trato de mirar atrás y ver todo lo que ha pasado. Porque de una u otra manera, en el medio siempre pasan cosas. Y yo siento que me pasaron miles. Y eso vale todo, lo bueno y lo malo. Lo esperanzador y lo resignado.

Al final, es como me dicen cada quince días, hoy estamos en una situación que mañana puede cambiar diametralmente. Y eso es parte de la vida.

De esta puta vida que tanto nos desconcierta.

2 comentarios:

Sara dijo...

Cómo siento leerte y sentirte hoy así. Definitivamente, hoy no fue un buen día, no lo fue para nadie. Me alegré tanto de encontrarte ayer por otros lugares...
Es cierto. Que miedo da cuando uno se conoce bien así mismo. A mí me costó mucho reconocerme, pero creo que lo conseguí. Y eso es muy bonito cuando las cosas van bien. Aunque nos hace demasiado conscientes de nosotros mismos.
Tú lo dijiste. No sabes lo que va a pasar. Nadie lo sabe. Y sí, en quince días, en quince segundos todo puede cambiar. Y quiero creer que también lo puede hacer para mejor, aunque cueste verlo. En días como hoy, también me cuesta.
Cuando yo tengo un mal día, entro en tu blog, escucho la música muy bajo, y miro sin parar la última línea, la que me dice que apague el computador...ahora me dijo que sea huésped en una fiesta de salchichas, así que el deber me llama. Un abrazo muy muy fuerte.

Noa dijo...

Y aquí me tienes. A la Noa que se pierde pero termina volviendo siempre. Aquí estoy, asomando la cabeza por tu puerta entre abierta y observando tu dolor... .

Me gustaría poder hacer algo más que darte éstas palabras, me gustaría porque sé qué es que te las den y luego no haya nada más que tú mismo con tus pensamientos. Los que a veces tanto nos cuesta domar para no sufrir más.

No sé si te sirve de algo, pero ya sabes que me tienes a un correo y si quieres más, un Skype, una carta, una llamada... y ojalá que un posible abrazo de verdad en un futuro si se plantea.

Noa