Parece increíble quien hasta hace un tiempo era una persona muy presente en tu vida, de repente no esté más. Elecciones que le dicen. Pero duele más cuando el cambio nace solo de una condición, o al menos se ve reflejado en ese instante. Una amistad que finalmente no me había fallado, que estaba presente, cada día, de distinta forma. Hasta que la virtualidad se comió al personaje y las llamadas de teléfono fueron reemplazadas por mensajes de texto o algún mail olvidado. Como si eso hiciese a una persona presente.

Todavía no entiendo por qué pasan estas cosas, ya que no es la primera vez que lo vivo. Ver cómo una persona se pone de novia y el mundo pasa a ser otro, totalmente distinto al que era. Y aunque siempre acepté ser un poco culpable de esa situación, me sigue afectando. Cuando alguien está mal me es difícil no estar, no dedicarle tiempo, ganas, energía. Y si bien me encanta que esa persona logre sentirse mejor, me choca que al hacerlo ya no me busque, ya no se muestre como lo hacía.

Quizás es una sensación egoísta, pero creo que en el fondo justamente no lo es. Pero bueno, en tal caso la conocí de manera virtual, cuánto pueden durar los sentimientos que nacen a través de la pantalla podría retrucarme cualquier persona. Sin embargo también me ha pasado con amigos de toda la vida, y sigo sin entenderlo, y sigo sin poderlo procesar.

Me duele que mi risa ya no tenga a quien describirsela en razones, que si nos vemos la cara no me nazcan las ganas de contarte de mi vida, de lo que importa. Que solo quede entre nosotros un mero conocerse que alguna vez fue real, profundo, sincero. Saber que el tiempo ahora es relegado a lo que otra persona decida, que la energía se absorba antes de siquiera abrazarla.

Junta el corazón otra desilusión más y me aferro con fuerza a los que siguen estando. Que son cada vez menos, pero reales, tangibles, con voz reconocible. Con ojos inquietos por lo que me pasa, estables sentimientos que las circunstancias no separó. Y como alguna vez escribí, es probable que con ellos alcance y no tenga que seguir creyendo posible que alguien más pueda sumarse.

Igualmente, la vida es una constante sorpresa y no importa tanto qué se aparezca frente a mi, sino más bien qué tan abierto estoy a aceptarlo.