Quizás si tu sonrisa no existiera nada sería igual. Ni las estrellas abrirían paso en cada chiste ni las nubes se irían a tapar el Sol a otro lugar. Tu mirada perdida en el asfalto encontraría otra mirada, frente a vos, mordiéndose los labios por no decir las cosas que generás. Y si acaso la noche se extendiera sin horarios no alcanzaría el anochecer para cobijarnos.

O puede que tan solo lo esté imaginando.

Pero si de casualidad en tu día se te aparece un recuerdo mío, no lo sueltes. No dejes que se vaya, no me olvides al descuido. No permitas que este sueño se convierta en despertar. Tal vez entre la gente apurada de las calles nos ausentemos, nos quedemos envueltos en miradas ojo a ojo, par a par, sin perder detalle de cada gesto, de cada expresión, de cada silencio.

O quizás sea una fugaz ilusión más que se acechó bajo este cielo.

De la forma que se pueda describir, no quiero describirla. Si tan solo puedo contenerla en este recuerdo instantáneo de tus ojos a través de tu cristal, reflejando mi mirada ilusionada en las prisas que siempre tenemos, en la calma que nos debemos. En las cosas que todavía no te pude dar.

Puede que me equivoque, puede que pase más.

Lo que no creo que pase, es tu voz estancada en mi cerebro como una caricia perpetua sin vencimiento. Y mi famosa timidez esconde las palabras que al escribir me fluyen, que tengo para regalarte y nunca encuentran la forma en mi voz. Nunca puedo darles aire. Lejos de incomodarme, aunque moleste esta manía de callar, me provoca una sensación de bienestar. Porque sé que si pasa es que en algún punto importa, y quiero que importe. Que no sea al pasar.

Y otra vez tu risa, acallando todas las miradas.

¿Dónde estaba, en qué horizonte se había quedado? ¿Puedo acompañarla, vestirla de razones, darle de beber? ¿Acaso cultivarla?. A veces pareciera que la vida se desprende de los gestos de las personas, y si tengo que describirla en un momento, ese sería el de hoy. En donde rociaste de calma a este corazón herido en el exacto segundo en que reíste otra vez. Afirmando mi verdad, la de tu voz.

Y ahora, recién ahora que estoy sentado frente a este teclado, el sabor amargo vuelve a mí. Porque ya no tengo tu extensión de comisura a comisura para convertir en amnesia mi soledad. Pero no importa, porque sé que tu mirada por ahí está, encegueciendo otros rostros, acallando otras voces, dejando absortos a todos los que repararon en vos.

Y yo que reparo a cada rato, cerrando los ojos para retener tu recuerdo o mirando alguna foto para confirmar esta sensación.

Sin embargo, y a contracorriente, me retiro de este día con tu sonrisa dibujada en la mía, generada completamente por vos. Me despido contando los minutos que ya te perdí el rastro, seguramente dejando algún ángel contemplando tu sueño y algún alma rememorando tu aire. El mismo que desprendés al abrir los ojos a un nuevo día. Y por eso, solo por eso, tal vez mañana el Sol se asome a la ventana para recordarme que hasta el día más nublado se puede cambiar con una sonrisa.

Con toda tu magia.
Sin toda tu prisa.

2 comentarios:

Emilia Gutiérrez dijo...

Hermoso. Sin control, sin fuerza, sin prisa, sin idea... tan solo tal como es.

Anónimo dijo...

Bellísimo Aleeee :) Es el poder de lo simple, tan sólo una sonrisa. Abrazooo