A veces, muchas veces, me pregunto si habrá alguien pensando en mi. En mis días. Si alguien se acostará mirando las estrellas y recordará mi nombre, mi sonrisa, mis silencios. Todo lo que soy. Si cuando una melodía le ronda la cabeza querría estar al lado mío escuchándola, o resguardarse en un abrazo, o sencillamente mirándome horas y horas.

Fuera de todo recuerdo con anécdotas, fuera de toda trivialidad. Alguien que piense en mi sintiéndome, queriéndome, extrañándome y no solo recordándome. Que quiera un beso mío, una noche eterna, una madrugada a solas. Alguien que me añore y se le estruje el pecho sabiéndome lejos.

Tal vez son simplemente las ganas de que para alguien sea así de importante, y hasta roza el egocentrismo pensar en esto, pero de vez en cuando quisiera ser ese centro que nunca soy. Dejar de sentir tanto yo y que sienta alguien más. Extraño que me extrañen quizás, o que alguien especial vea en mí cosas que no ve en nadie.

Pero puede que no tenga nada de especial y ahí acabe la mentira. No lo sé y seguramente no quiero saberlo. Pero me gustaría sentir que para alguien soy mucho más que un conocido, que una amistad, que una compañía. Una mujer que me haga dar cuenta que todavía sirvo para algo, que se juegue la cabeza por mí, que traspase los límites que podría tener con cualquier otro. Sentirme especial básicamente. En todos los sentidos.

De la forma que sea, sigo acá soñando con cosas que pueden o no pasar. Y tengo días en que me canso de soñar tanto, y veo todo de color negro y vacío e irremediable. La tristeza siempre ronda aunque la espante por un tiempo, y la soledad paciente como siempre encuentra el momento para reaparecer.

Mañana estaré con otras ganas, inventando historias felices en las cuales nunca participo yo. Pero poniendoles mi nombre, mis ganas, mis ilusiones. Todo lo que soy. Todo lo que querría ser para alguien más.

Mañana será otro día.
Hoy me toca olvidar(me).