Tu recuerdo a veces quema el anochecer y despedaza por los rincones los rastros de lo que alguna vez supimos construír. Pero no queda inerte ese recuerdo en el aire. No. Se mete bajo mi ropa y palpita conmigo, mezclando las cosas buenas que pasamos juntos y desoyendo las malas. Dejando, como siempre pasa, esas ganas de creer que no todo está perdido. Pero lo está, porque algo por dentro me dice que lo está. Lo que sucede es que necesitamos tanto volver a creer, que elegimos dentro de nuestra memoria los pasos bien dados. Para que la novela cobre sentido.

¿Y de los errores quién se acuerda? ¿A quién se los encajamos? ¿Dónde depositamos la angustia recurrente de aquellos días? ¿Bajo que alfombra escondemos la realidad?.

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